sábado, 23 de noviembre de 2019

Es el instante y no hay más
nada, por delante ni por detrás.

Anda callado, sin nombrar, el instante.
Clama. Es sonido sin nombre, sentido.

Hacia adentro, solamente hacia allá.

Salí a tomar el aire y lo ví, ardiendo
en llamas, me vi. Miré en los ojos de alguien
que pasaba por ahí. Nos vi: andamos juntos por aquí, un instante,
nunca más.
Pero en ese momento
Titiló la eternidad.

Cómo contar

Haz hablar al lupino del verano
 y la bandurria del valle.
 Da la voz a la abeja que aventura latitud sur,
a la orilla del canal,
la constancia del río.
Dala al zorzal,
las amigas golondrinas,
al ñire en flor y al diente de león,
al sol detrás de la montaña,
a la nube,
al llanto, y a la hierba común.

Ellos saben mejor.

jueves, 14 de marzo de 2019

Que suerte, pienso.
Que ya ni tiempo tengo.
Ni tiempo tengo. No soy un rato otro rato muchas horas del día. Soy poquito, a veces
Porqué qué suerte? Pienso. Porqué? Pienso.
Pero no hay tiempo. La imagen... se impregna. No hay más tarde. No hay antes. Se revela y siempre estuvo.

No soy. Qué grandioso. Será que puedo? Se me permite acaso? No me animo a pedir permiso. Si estoy, si soy... no sólo, no sé: me averguenza siquiera querer saber. Me hago pequeña. Me desintegro en minúsculas partes de algo q no conozco.

Un viento cierzo conmueve el lago.
Un quieto cúmulo de agua dulce muy mineral rocosa cuenca, la acuna en su viaje arrebatado, seducción del bajo. Al llegar, entonces, abrumada quietud.

La imagen embebe. Embriaga. Enseña. Miro atrás y adelante, a los lados, y allí estoy. Nunca temprano ni tarde. Allí no hay nadie

Una simple flor, sostenida en la altura de su tallo, esfuerzo de poesía, mata por vivir. A la vieja hoja jubilada, viejas hojas que cuestan más, desde lo alto las ve. No la conmueven sus muertes. No la conmueve su vida. La conmueve ella misma, que es vieja hoja y firme pie.

Y si acaso un día, me olvido. Silencio! A las cosas...